miércoles, 27 de julio de 2011

PALABRAS

 
«Las conversaciones que mantenían entre ellos eran aún más difíciles de entender, pues los sarakatsánis usan un vasto y críptico vocabulario para cualquier minucia o invocación: las diversas clases de fuentes de agua y cualidades de la hierba, la construcción de sus chozas, el sonido de los badajos y la crianza de corderos y cabras, caballos y perros pastores. También utilizaban sus propias expresiones para todo lo referente al cuidado de los moruecos, la cría de las ovejas, el esquile, el ordeñe, el transporte de cestos, la búsqueda de rutas, los pesebres, las acampadas, la previsión del clima y, en definitiva, para todo lo que configuraba su mundo.» [Ж]


Ж PATRICK LEIGH FERMOR, «ROUMELI – Viajes por el norte de Grecia», Ed. Acantilado, Barcelona, junio 2011, 1ª edición, pág. 26.

NOMBRES


No hay otra causa que una simple falta de identidad. Las cosas, los lugares, las dependencias de una casa, las descripciones, parecen carecer de sentido, y todos, en su conjunto, pueden cambiar su denominación, su concordancia o su alma. Es por la forma, por la manera como decidimos llamarlos.
Los cuartos de esta casa de silencio han sufrido de manera indecible sus cambios de identidad. Pasaron de ser lugares de acción a espacios identificados por el nombre de personas, nombre que iba cambiando en función de cada época. Más tarde, según avanza el sonido del tiempo, sus nombres vuelven a trastocarse convertidos o rebautizados en nuevos lugares ya conocidos y que, sin embargo, se ven obligados a soportar otra luz, nuevas miradas, otros usos.
Andando el tiempo, aparecen descripciones dormidas que el lápiz quiso fijar con los nombres de otras épocas, de otras vidas:

«Una manguera enganchada al difusor frente a la higuera, parte en dirección al durillo del dolmen de los Picapiedra y alcanza el aligustre pequeño. De allí, sigue hasta una llave de paso semienterrada ante la morera de la chistorra, en donde forma una T. Una parte llega al Bancal de Hierbas, que hoy es fresal. Otra, que es línea nueva, sigue hasta el roble, el cerezo, el albaricoquero y el níspero, terminando en el pruno de los enanos, en donde se levanta colgando para refrescar el euoynimus.»  

Los lugares y las cosas deben conservar su nombre.

jueves, 21 de julio de 2011

RECUERDOS

(El río)

«Algunas veces la vida no es otra cosa que un almacenar recuerdos que se quedan ahí, intocables e inutilizables. Montañas de fotos guardadas, casi siempre inservibles, que nunca contemplamos más, junto a sus interminables tiras de negativos pendientes de clasificar y ordenar en hojas y álbumes sin sentido.
¿A qué tal orden o clasificación? 
¿Para qué serviría todo eso?
Un buen día decidimos removerlo todo y empezamos una revisión frenética y sin criterio alguno. Y entonces, sin quererlo, aparecen aquellas imágenes en negro del verde río del padre, que acaban reposando junto a los libros de poesía y nos sirven para marcar las páginas de la lectura nocturna: siempre nocturna, nunca diurna.
Comienzan a surgir todos aquellos recuerdos de la infancia.
Las fotos de la niñez constituyen el sendero de la identidad personal. Permiten acreditar tal identidad ante los niños. Mostrar esas fotos de infancia a los niños ayuda a transmitirles ―así nos gustaría creer que lo comprenderían― que también fuimos niños, que en nuestro interior habita aún un niño.
Por fortuna siempre hay padres que guardaron y conservaron fotografías de infancia, imágenes que, aunque no siempre facilitan retomar o reconstruir recuerdos, ayudan a sostener y reivindicar esa identidad de niño. Es esa identidad la que asoma cuando tratamos de enseñar a un niño discurriendo por las sendas de la lengua, por los caminos de palabras que encierran los libros, los trazos de nuestras fantasías que nos autorizan como sus maestros y que nos llevan siempre a recordar en quién pensamos cuando nos pensamos como padres, cuando nos sentimos como maestros.»


(«¿En quién piensa el profesor cuando se piensa como profesor?»)




(Condición de padre - Condición de hijo)

martes, 12 de julio de 2011

CONDICIÓN NÓMADA


(El Ampurdán - 30 de octubre de 2010)

«Querido hijo:
Llevo días pensando que el movimiento, el nomadismo, la movilidad del ser humano es mucho más creativa, aconsejable y sana que el sedentarismo. Es mejor ser vagabundo que estable, anárquico que conforme.  
Me llama profundamente la atención la vida de esos seres que nacen, crecen y mueren en un sitio único y pequeño, que no han deseado (o no han podido) expandir su naturaleza y se han conformado con pasar la vida residiendo en un mismo lugar.
Hoy en día, en nuestro país, las Comunidades Autónomas planifican sus cuerpos funcionariales para que nunca puedan abandonar el territorio, obligando a los profesionales que acceden por oposición a quedar toda su vida encastrados en los muros levantados por el absurdo nacionalismo, procurando evitar que un profesor de clásicas pueda abandonar su instituto de Manresa y cambiarlo por un pequeño Colegio en Montánchez o que una enfermera pueda dejar atrás la brumas del sistema público de salud de Bilbao y ejercer su humanidad en un soleado dispensario en La Laguna.
Todo lo que signifique cambiar de lugar, abrir horizontes siquiera en esta España que ya no en esta Europa es mirado como algo perverso y maligno por los controles gubernamentales autonómicos. En tal proceso, incluso las lenguas vernáculas son utilizadas como armas arrojadizas, pudiendo servir como instrumento para impedir el acceso inconveniente a la función pública.
Se trata de que cada vez tengamos menos posibilidades de viajar sin retorno, menos posibilidades de abrir horizontes.
Cuando Bruce Chatwin planeó la redacción de "Los trazos de la canción" libro cuya lectura te aconsejo antes de que emprendas tu viaje a Turkana utilizó un abultado conjunto de notas agolpadas en sus cuadernos sobre la condición nómada y valoró positivamente la misma, pues, ¿qué otra cosa se podría aconsejar más que deambular como las olas del mar o como la arena del desierto? Chatwin era un gran aficionado a los Moleskine, esas libretas negras forradas de hule con una goma negra que permite su cierre. 
No acabo de saber muy bien por qué me planteo esto precisamente ahora, pero he conocido dos tipos de personas dentro un mismo sistema de vida, las que en presencia de una montaña, que les observa, deciden subirla y contemplar desde allí su experiencia y su vida, y los que jamás la subirán, limitándose a contemplarla y ser contemplados por ella, como una parte única del paisaje. Podría incluso sentir que en mi vida han existido ambos tipos de montañas, aquellas que irresistiblemente he necesitado subir y aquellas que me he limitado a contemplar sin siquiera acercarme a sus laderas: la proximidad de la montaña como impulso para o necesidad de subirla y como mero lugar a contemplar en la distancia, sabiendo que nunca subiremos allí.» (29 de junio de 2011)


«Hola Papá:
Resulta curioso, pero esto que te planteas viene a coincidir con la mejor definición de mi experiencia trabajando en la cocina durante el último mes. Allí he podido descubrir con mejores recetas cómo se "cocina la vida". He trabajado con unas veinte personas (diecisiete de ellas inmigrantes), que llevan entre ocho y veinte años picando verduras entre doce y dieciséis horas diarias. He podido meterme supongo que solo superficialmente en la piel del "obrero", para sentir asco por un trabajo eternamente monótono y que les deshumaniza sientes que no sirves para nada. Tienen buenas condiciones laborales y hay un buen ambiente, pero cada historia es, sin duda, irrepetible hijos enfermos, matrimonios y embarazos tempranos, maltratos y abusos sexuales. Viven, en su mayoría, ahogados por el dinero y puteados diariamente por el sistema. Sin embargo, son gente feliz. Echan de menos su tierra, pero dicen disfrutar de nuestro mundo solo uno me ha dicho que aquí hay un exceso de "libertinaje", de dar paseos con su familia si la tienen aquí y de escaparse algunos días a la Sierra. Unos son más abiertos que otros; los más tristes son los más tímidos y puedes imaginar su vida entre la cocina y un dormitorio alquilado en Vicálvaro.
He colgado parte del fragmento espero que no te importeque has escrito en el mini-blog que tengo en “tuenti”, dedicándoselo a ellos, esperando que, algún día, lo puedan leer.» (30 de junio de 2011)

viernes, 8 de julio de 2011

PROYECTOS

(El Partal)

He de confiarte una relación de mis próximos proyectos:

Ø      «De las personas que despiertan a otras que están dormidas»
Ø      «De la forma de las piedras de la playa de P. »
Ø      «De la tendencia a recoger pequeñas hojas y dejarlas secar»
Ø      «De la imposibilidad de sosiego frente al vacío ermitaño»
Ø      «De la necesidad de escribir cartas algunas veces»
Ø      «De la contemplación natural de un páramo yermo»
Ø  «De la observación natural de pájaros que por causa de un viento persistente, no consiguen volar a donde querrían ir» (30/31-08-2011)
Ø      «De la manera de encontrar trozos de conchas rotas» (30/31-08-2011)
Ø  «De la utilidad de reunir piedras con un agujero en el medio.» (30/31-08-2011)

miércoles, 6 de julio de 2011

CAUSA


He empezado a creer que las cosas que (me) ocurren ya no surgen por mi causa.
He comenzado a ser completamente ajeno a mis vivencias.
Los sucesos transcurren sin mi intervención, sin permitir mi participación o influencia, a mi pesar.
Ya no quiero encontrar el camino de agua lejos de sus brazos.

sábado, 2 de julio de 2011

GUARDARÉ

 (Carrer de la Sèquia-1 de mayo de 2011)



Yo, en mi condición, con la espalda cada vez más vencida, guardaré tus banderas pintadas durante esos años en que tú, en tu condición, crecerás a la vida, a la ilusión, a todo lo que hoy ya abarcan las que un día fueron tus pequeñas manos.
Seré guardián de tus dibujos, de tus canicas y chapas, de tus felicitaciones a mi paternidad, de las piedras y los nidos atesorados, de tus textos sagrados de infancia y adolescencia, de tus pequeños coches arrastrados en el silencio y en la soledad de tu cuarto de acogida semanal, resbalando por paisajes infinitos, cada uno de ellos conseguido no sin tu esfuerzo en aquellas gasolineras, con el temor de pedirlos a un padre ausente, huraño y desprovisto; pero también guardaré, sin mezcla, los coches de mi dolor, los que tú me ofreciste cuando, siendo niño, eras el adulto y cuando yo, siendo el adulto, había de convertirme en niño para merecerlos.
Protegeré tus recuerdos, tus imágenes en formatos para mí tan nuevos y sin embargo tan lejanos; tu voz desde su inicio, la mirada de tu madre al despertar, la pequeña cinta plastificada que abrazó tu tobillo cuando aún no fiaban tu adn o la ropa que dejaste atrás, severamente azotada y vivida, de tanto perseguirte y no encontrarte.
Guardaré tus sonrisas.
Tú, a cambio, hijo mío, protegerás con pasión tus recuerdos y guardarás mis libros y cenizas. [Ж]







Ж Trataba de pagar en la cola de aquella gasolinera, mientras tú deambulabas por los estantes y yo temía el coste de tus opciones desde mi racanería de educador moderno. Finalmente, terminé y me ofrecí a salir. Tú, tímidamente, abandonaste tus esperanzas y te sometiste a que llegara la bronca, el gesto desabrido, la urgencia de la partida. Entonces, en mi torcido arrepentimiento, pregunté bruscamente si te faltaba algo, si había alguna nueva disposición imprevista sobre mi menguado dinero, menguado siempre para ti y los demás, pero no para mis propios caprichos y dispendios, plagados de vicios antiguos e inflexibles. Miraste hacia mí con temor (¿o fue terror?), a punto de negar, confirmando la integridad miserable de mi dinero, pero entonces, con los ojos hacia el suelo, te sobrepusiste a tu gran timidez y deslizaste tu petición hacia un coche, un coche negro y redondo, un escarabajo que podía adivinarse siguiendo el recorrido tembloroso de tu brazo, de tu mano, que señalaba hacia una pequeña estantería llena de coches, camiones y máquinas, todos codiciados e inermes.
Hice mío tu coche, no sin gestos histriónicos e hipócritas, y una vez más supe, con el corazón cubierto de amargura, que ese coche sería mío, que permanecería en mis dominios y que se me quedaría para siempre atravesado en la garganta, con las penas de los tiempos, en aquella garganta que es capaz de conservar el juguete de un niño con los años, pero nunca ha sido capaz de ofrendarlo con el corazón.   

DOS COLINAS

 
(«Dos colinas»)

«Eres un niño, y de un niño sólo puedo esperar que se sacuda de la ropa el Norte entero: casas, árboles, ríos, eras, espigas, nubes, y que rompa las jarras del horizonte para que se desparramen bandadas de perdices y golondrinas.
[…] Como buen niño que eres, en tus bolsillos se juntan las habas silvestres con las dulces flores de la madreselva.» [Ж]





[Ж] SALIM BARAKAT, «Dos trayectos», Eds. del Oriente y del Mediterráneo, Madrid, septiembre 2010, 1ª edición, pág. 16.

viernes, 1 de julio de 2011

松尾芭蕉

«Siendo el propósito original de mi viaje escribir acerca de estos cerezos en flor, debo confesar que, desde este punto de vista, fue un completo fracaso.» [1] 






[1] BASHŌ, «De camino a oku y otros diarios de viaje», versión de JESÚS AGUADO, DVD Ediciones, Barcelona, enero 2011, 1ª edición, págs. 60 y 61