jueves, 11 de agosto de 2011

DESAGREGAR (17-XII-2010)

(MNAC)

«Entonces me llamó mientras yo estaba en el hospital.
―¿Qué puedo hacer por ti? ―me dijo― ¿Puedo ir a verte, llamarte, mandarte unas flores?
―Lo mejor que puedes hacer es dejarme en paz ―le dije, añadiendo luego con certeza―: Lo nuestro ha terminado. 
―No me hagas esto ―dijo él suplicante y entonces fue ella la que saltó al no aguantar más―: ¿Que no te haga qué? Soy yo la que está recién operada. ¿Cómo te atreves a decirme eso?
Apoyada en la barra de aquella improvisada cafetería en la inmensidad del vestíbulo del edificio de la Ciudad de la Justicia, mordió generosamente su croissant y siguió hablando, con la boca bien llena, como si tal cosa:
―Me ha desagregado del Facebook. Ha desagregado a mi madre. Ha desagregado a mis amigos. Y, encima, pretende decirme que lo nuestro no ha terminado.»


Aunque, tras observar alguno de los esbozos saharianos de Charles de Foucauld, deberíamos empezar a preguntarnos:
¿Hasta dónde pueden llegar nuestras majaderías?