(MNAC)
«¿Pero quién decide y se empeña en
mantener durante el proceso de enseñanza de la lengua ―al margen de la estupidez
constante de la estructura y composición del examen de selectividad―, que es necesario
potenciar el estudio y análisis gramatical frente a la lectura de la literatura y a la práctica
literaria?
¿No se trata de enseñar a leer y a
escribir a los alumnos, y a que puedan crear y pensar de esa forma?
Y entonces, ¿a qué narices viene y
sirve tanto análisis sintáctico por parte del alumnado que ni siquiera es capaz
de entender lo que está desmenuzando y diseccionando con tantas cajitas y arbolitos de
complementos y predicados?
¿No sería preferible que los
alumnos lean y sepan expresar, razonar y escribir sobre lo que han leído, antes
de saber si la oración que observan es una subordinada adverbial?
¿No tenemos ya en nuestras
escuelas suficientes analfabetos literarios que son capaces de diseccionar la
sintaxis de una frase o descifrar sus componentes gramaticales, pero que son
incapaces de leer en voz alta o comprender el significado de lo que han leído?»
«¿Por qué no
suspender el abstracto estudio gramatical de las lenguas hasta el último año de
la enseñanza escolar y ejercitar al niño en la continua práctica de la
espontánea y libre expresión de su pensamiento, práctica tan olvidada entre
nosotros, donde los niños apenas piensan, y los que piensan no saben decir lo
que han pensado?»
(Manuel B. Cossío, año 1879, Boletín de la
Institución Libre de Enseñanza)